Transcripción |
Tecno con
Tracción a Sangre
Hay barreras que deben ser clausuradas;
lugares por donde ya no transita el tren de
la historia. La división entre música tecno
y rock, tan de moda hace unos pocos años, ha
sido volada en pedazos por Depeche Mode, la
banda inglesa que ah logrado unir lo mejor
de ambos mundos en un sonido sensible y
distintivo. A priori, su show contenía alta
dosis de misterio para un publico que los
esperaba desde hace mucho tiempo. La noche
del viernes saldo una vieja deuda con ellos.
Babasónicos y Juana La Loca abrieron el
fuego ante una escasa cantidad de gente. Si
bien fueron cerca de 17.000 espectadores los
que se arrimaron a Vélez, se esperaba una
concurrencia muy superior e numero.
Solo los verdaderos adictos a Depeche Mode
se hicieron presentes conformando una
audiencia con supremacía adolescente y
femenina. Justamente ella fueron las que
aullaron cuando, cinco minutos después de
las 22, la delgada figura del cantante Dave
Gahan se trepó al escenario.
Durante una hora y media, Depeche Mode creo
una suerte de hechizo que solo se disipo
cuando las luces del estadio se encendieron.
Las miradas se centraron en el escenario
como si estuvieran bajo los influjos de una
hipnosis colectiva. Rush, primera canción,
introdujo la sorpresa con el tecladista Alan
Wilder golpeando una batería, y Martín Gore
tecladista y cerebro de la banda,
incursionando en guitarra eléctrica. Solo
Daryl Bamonte -remplazante a ultimo momento
de Andy Fletcher, que no formo parte del
tramo sudamericano de la gira-, permanecía
fiel al perfil tecnológico que caracterizara
al grupo en un comienzo. Pero todo cambia,
al igual que Gahan, que abandonó sus modos
introspectivos de otrora, transformándose en
un frontal showman que utiliza gestos y
ademanes para entablar una comunicación
física.
Detrás de los cuatro Depeche una gigantesca
pantalla mostraba imágenes sutilmente
relacionadas con las canciones y
sincronizadas al milímetro con la
iluminación, creando así un trance visual
que solo rompía cuando la banda disparaba un
viejo hit, y la gente festejaba a los
saltos. En ese sentido, Behind the wheel,
Everything counts y Never let me down again
desplazaron a las soberbias canciones de su
último disco, escuchadas en un silencio y
concentración pocas veces vistas en un
concierto al aire libre. Condemnation sirvió
para presentar a un coro conformado por dos
señoritas de color, que tiñeron de blues el
tema creado un auténtico ambiente de
comunión.
Es que esa es la clave el vinculo entre
Depeche Mode y su audiencia: la total
aceptación de un sonido propio, distintivo,
que mezcla géneros en aparente contradicción
y los disuelve en un caldero tecno, sin
perder cierta importancia de rock. I feel
you y Personal Jesus, que cerraron
exitosamente el show, con los mejores
exponentes de su sensibilidad rockera,
aunque conserven el acento de las maquinas.
El rock siempre soñó con ese momento en que
la tecnología pudiera ser tan expresiva como
la voz humana, y Depeche Mode lo ha hecho
realidad, vinculando además las relaciones
personales con la religión. Sin duda un
matrimonio extraño, en el que ambas partes
son felices, artistas y publico, los que
tras cuatro bises comenzaron a soñar con el
reencuentro.
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