Transcripción |
Dark In The Dance
El nuevo disco de Depeche Mode, Exciter, es una buena
ocasión para revisitar algunos viejos fantasmas: si este
grupo nos hubiera gustado un poco más que Joy División,
nuestro mundo tal vez sería distinto y mejor. Un disco
dance para los que saben que el amor ya no es más que el
gran premio de un juego televisivo.
El otro día, mientras alguien veía una propaganda de
ropa en la tele con chicos y chicas vestidos de todos
los colores, y subía automáticamente el sonido para
escuchar mejor Just Can't Get Enough de Depeche Mode,
tema que acompañaba la situación, pensó, una vez más,
"No hay modo, no siempre tuve buen gusto en la época de
mi fabulosa juventud". De golpe, esa persona recordó que
en aquellos tiempos detestaba ese tema, que le parecía
que era una cancioncita que se le hubiera podido ocurrir
a Cindy Lauper en un día de dolor de cabeza. Las
palabras gastadas le molestaban —le parecían, a decir
verdad, indecentes. Después de todo, estábamos en 1981,
algunos países europeos acababan de cambiarse de bando,
se volvían socialistas, el capitalismo de golpe era una
idea del pasado (¡ja, ja!), y ese truco de decir que uno
nunca tenía lo suficiente, esa variación bastante
patética alrededor del concepto clásico No Satisfacción,
no le parecía para nada satisfactoria. Prefería, por
lejos, escuchar Isolation de Joy División.
¿Todo eso para qué? Para encontrarnos veinte años más
tarde, tirados en un sillón, subiendo el sonido de la
publicidad como un mono bien entrenado, pensando que esa
canción era buenísima, una verdadera gema pop de esas
que pocos artistas son capaces de escribir, llena de
innumerables sentidos —lo que siempre nos pareció una
excelente definición del pop—, y que podíamos
compartirla con gente tan distinta como Elvis Costello,
Lester Bangs y Human League.
Así, dejábamos ir y venir nuestro esponjoso cerebro
alrededor de la siguiente reflexión: si en aquella época
hubiésemos apoyado un poco más a Depeche Mode y un poco
menos a Joy División, el mundo actual sería sin duda más
coherente y más popular, y estaría menos dividido. Y
sobre todo, nosotros mismos seríamos más coherentes y
más populares, y estaríamos menos divididos. Lo queramos
o no, escribir un artículo sobre Depeche Mode es
necesariamente escribir un artículo sobre uno de
nuestros más rotundos fracasos. Una idea del mundo ganó
y, más allá de lo que pensemos de ella, nos vemos
obligados al fin de cuentas a decir actualmente que DM
la acompañó, la magnificó, la musicalizó y la ilustró
mejor que ningún otro grupo de su época. De hecho, los
muchachitos de Basildon lo hicieron con una dignidad
constante, imperturbable, sin dar a entender que
necesariamente estuviesen de acuerdo con esas
desgraciadas transformaciones, sino más bien manteniendo
una distancia a toda prueba entre el mundo y ellos. Es
la ventaja de ser una estrella de rock.
Evidentemente, DM nunca imaginó ser particularmente
rebelde. No se hicieron íntimos amigos de Salman Rushdie
o Wim Wenders, ni militaron por la selva amazónica. Lo
único que hicieron fue drogarse, drogarse, drogarse...
hasta terminar adquiriendo una especie de lucidez feroz
a lo William Burroughs. Porque, sin hacer demasiado
ruido, vieron venir todo lo que finalmente pasó. La
decadencia de la lucha de clases, transformada en el
mejor de los casos en un juego sadomasoquista
crepuscular ("Mascers and servants /A gameyou like co
play at the end ofthe night"), el culto al individuo
(Personal Jesús), la violencia (Violacor), la
masificación de las emociones... (Music For The Masses).
Resultado de esas visiones populares: 51 millones de
discos vendidos y un grupo aún con vida —mientras que
Joy División, a pesar del inaudito gesto publicitario de
lan Curtis, hoy no es más que una pequeña pared
amarillenta y meada en la historia del rock. Es triste
decirlo: el mundo, por supuesto, tendría que haberse
parecido a una canción despedazada de Joy División,
siempre al borde del derrumbe, de la angustia más
intranquila posible. Pero nosotros perdimos, y el mundo
tomó la melancólica solidez de fábrica propia de un
disco de Depeche Mode, cantado con una voz grave y
ausente por Dave Graham, armado por ese Mozart de las
máquinas que es Martin Gore. "Can'[ you feel a lítele
¡ove?", susurra Graham al principio del nuevo disco,
Exciter, con la voz de un predicador paidófilo que se
dirige a los internos de un orfanato. La respuesta, por
supuesto, es no. Y hasta el noveno tema, este disco de
gente ausente, esta música de contestador telefónico
está destinada a todos los que saben —y son multitud—
que frente a esa pregunta podrida, una pregunta que
hasta al mismísimo Al Green le costaría hacer, hay que
agachar la cabeza y responder absolutamente: no. "People
are people, a rose is a rose", y nadie ama a nadie. No,
Dave, no sentimos amor. Y sí, Martin, con esa falta de
amor podes crear un single contemporáneo con las
rodillas un tanto tembleques que va a ser un éxito por
todas partes. Porque es verdad. Exciter es entonces un
disco para todos los que saben que el amor se ha
convertido en el gran premio de un juego televisivo, una
droga que los dealers cortaron hace tiempo, un
contrabando de esperanza a nivel mundial. "Dream on " es
la conclusión de la canción. Seguí esperando...
Depeche Mode vende fríamente preocupaciones, sin gemir
más de lo razonable, sin comprometerse, cantando y
tocando con un amable desapego, y con la objetividad de
un reportero de la CNN. Lo cierto es que es así y no
podemos cambiar absolutamente nada al respecto. Tan sólo
ponerle reverb a todos los instrumentos, como para darle
a esa resignación de grupo de consumidores un pequeño
toque de espiritualidad. Sin embargo, en el fondo, ni un
adolescente debe equivocarse al respecto. ¡Y si algún
jodido se obstina en hacer que el mundo se derrumbe, que
escuche rap! Hasta el noveno tema, decíamos. Porque el
disco empieza ahí. Con una canción que se llama / Feel
Loved y que parece una sarcástica variación del / Feel
Lave de Donna Summer/Giorgio Moroder. Una violenta burla
de esa época disco con lentejuelas, de las ilusiones con
las que se regaba por entonces las pistas de baile, de
la agitación morena que reinaba por esos tiempos. Ahora
hay que hablar de eso en pasado. / Feel Loved es un
sorprendente disco-magdalena, una maligna música disco
proustiana sobre la cual los Charlus de hoy en día irán
una última vez a balancearse antes de caer hechos polvo
bajo la mirada entristecida del narrador. Luego viene
Breathe, balada de guitarras gangosas, un tema a lo
Badalamenti para cabaret lynchiano, con una letra más
neorrealista imposible. En ella se habla de un rumor y
de la manera en que se propaga -algo así como si Depeche
Mode se acordase de la atmósfera provinciana de Basildon,
de la coerción de los vecinos, de las vidas mezquinas.
El disco se vuelve entonces otra vez humano, ya que la
arrogancia que mostraba desde el comienzo no podía
sostenerse, y por más que uno se aleje lo máximo posible
de la miseria del mundo, ésta siempre termina por
alcanzarnos. Es una grieta en el hielo del disco, el
momento en que los maniquíes rompen el vidrio y salen a
la superficie. Y los colores regresan lo suficiente como
para que Exciter se atreva a terminar con una impactante
canción de cuna: Goodnight Lovers. La letra dice: "When
you're born a lover/ You're born to suffer/ Like all
soul sisters and soul brothers". Gahan canta finalmente
como si todo eso lo involucrara un poco. Dios ha
regresado a la Tierra y ha exigido detener todos los
juegos televisivos. El amor ya no es un trofeo, sino una
materia. ¿Quién sabe si dentro de veinte años esta
espléndida canción no servirá para vender ropa?
Exciter (Mute/Sum Records).
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