Hard Gore
El regreso de Depeche Mode es de la mano de Playing The
Angel, su disco más nostálgico pero también el más
tóxico y venenoso en años. En medio de un divorcio que
sirvió de inspiración para sus nuevas canciones, Martin
Gore; intenta explicar la vigencia de un grupo
fundacional que sobrevive con los pies en la tierra y la
cabeza en el infierno.
El nuevo álbum de Depeche Mode es el número once en
veinticinco años de carrera. De alguna manera es como
que ya está: sería bueno ir admitiendo que exprimimos
demasiado a estos "chicos" un tanto entrados en años a
los que Daniel Miller -el quinto Depeche Mode, su Brian
Epstein bien conservado- maceró sin temor a las
costumbres de la época. Después de todo, ¿el tiempo no
es como esos pieles rojas que caminaban al revés para
dejar las huellas invertidas y engañar así al hombre
blanco? Se sabe que los miembros de Depeche Mode no se
quieren demasiado entre sí. Sólo su pequeña empresa
logra reunirlos cada tres o cuatro años en la misma
habitación. Sin embargo, están vivos, y son envidiados
-e increíblemente venerados- por varias generaciones,
algo que sólo sucede con los elegidos. Nadie ignora que
Dave Ganan tuvo problemas con las drogas y que el lugar
más seguro para encontrarlo, hoy por hoy, es en una
reunión de Narcóticos Anónimos. Por su parte, Martin
Gore tiene pancita, pero conserva las uñas pintadas de
negro y un collar de perro en el cuello. Da gusto. Es
evidente que aprovechó sus ganancias para arreglarse los
dientes: un lindo trabajo, aunque un poco exagerado.
Después de escuchar el flamante Playing The Angel, es
obvio que Martin, el compositor principal del trío,
también debe tener sus asuntos oscuros y sus visitas al
infierno: la dureza -en todo sentido- del nuevo capítulo
de este culebrón dark que es la biografía de Depeche
Mode es demasiado impactante como para tratarse
únicamente de una puesta en escena de viejas y queridas
costumbres ochentosas. Y es que, tal vez, la diferencia
entre el cantante que se queja y el songwriter que
produce está en que, mientras Gahan parece necesitar
hacer públicos sus expedientes narcóticos y gritar a los
cuatro vientos sus adicciones, Gore prefiere exponer sus
miserias en canciones atormentadas y definitivamente
irresistibles. Además, en este momento Martin está en
medio de "un gran divorcio, al estilo californiano, como
diría Neil Young". Cuenta que dedicó a sus hijos el
nuevo simple, Precious, un hit dulce y lánguido. Sin
duda lo hizo para que sus niños comprendan algún día lo
que papá tramaba cuando mamá lloraba tanto. En fin, la
música pop...
Pero Martin está bien. Y esta vez tiene una buena razón:
el nuevo Depeche Mode es más goie que nunca, incluso
tomando al pasar tres temas de Dave Gahan, quien ahora
se considera compositor desde su poco feliz disco
solista, Paper Monsters (O2), en el que su mejor tema
era un auténtico robo a Nick Cave. En síntesis, Martin,
que todavía se parece a un joven peluquero que logró
recuperar sus tres salones de moda en la ciudad, firma
los otros nueve temas, de los cuales tres son perlas
absolutas. Precious, el primer simple que no deja de
rotar en las radios del mundo; John The Revelator, un
festival bailable absolutamente ochentoso, entre, como
era de esperar, Soft Cell y Eurythmics. Y, sobre el
final del álbum -zona en la que históricamente Gore
acostumbra poner las canciones más personales-, Luían,
una canción simple, básica, casi ingenua, de tres
acordes, que bien podría ser la réplica electrónica de
Suzanne, de Lou Reed. Resumiendo: para Gore es la
gloria, y entre risas cuenta: "El departamento de
marketing de EMI, después de una consulta a un panel de
oyentes, me aconsejó acelerar el tempo del nuevo simple
para que resultara más atractivo en las radios y en las
pistas...". También cuenta cómo él los mandó "a pasear.
Es increíble hasta dónde ha llegado la gente de la
industria... Falta poco para que la misma persona que
redacta una gacetilla de prensa decida cómo debe
producirse un disco". Gore, queda claro, es un artista,
y no un empleado de los sellos ni un compositor menor.
De ahora en adelante sus temas son interpretados por los
más grandes: Johnny Cash hizo una versión luterana de
Personal Jesús ("Cash creía en Dios mucho más que yo;
después de haberla grabado creo que ya le pertenece",
explica Martin). Placebo grabó varios covers del grupo,
tanto en vivo como en discos piratas. The Cure suele
visitar sus canciones en más de un show. Marylin Manson,
el Anticristo mismo del pop, encarnó una versión
satánica también de Personal Jesús. Y el francés Sylvain
Chauveau, quien recientemente, después de un álbum de
gymnopédies a lo Eric Satie en clave ambient rock -Le
Livre Noir Du Capitalisme (El Libro Negro del
Capitalismo)-, editó Down To jfrg Bone, un hermoso
tributo acústico a Depe-che Mode. Once versiones
barrocas grabadas con un ensamble de música clásica que
muestra que, aunque Sylvain no canta tan bien como Dave
Gahan, la escritura de Martin Gore resiste al cambio: de
Blasphemous Rumours a Enjoy The Silence, supera la
ausencia de las máquinas y se adapta a la tranquilidad
de la música clásica. El disco de Chauveau, tan
divertido por su costado "peor es nada" -es el Unplugged
que Depeche Mode no grabará oficialmente...-, evoca
indirectamente a esos "cuervos" de mitad de los años 8o
que vivían escuchando Eyeless In Gaza, And Also The
Tress, This Mortal Coil... También al principio de la
mítica década es adonde remite automáticamente el nuevo
álbum de Depeche Mode, Playing The Angel. Se sabe que
quien se hace el ángel se hace el tonto, y este disco
lanza al oyente hacia el pasado a bordo de una máquina
infernal que primero deshace el paso del tiempo, y
después embriaga con la nostalgia para terminar atacando
en el momento más inesperado con su fuerza taimada.
Playing The Angel es un disco hecho con máquinas, pero
con máquinas viejas. ¡Qué sonido, a la vez electrónico y
desprolijo, ensordecedor y centelleante, con un hálito
increíble! Es el aliento seco y fresco de un cocainómano
de los 8o. Parece que en este punto el aporte del
productor Ben Hillier fue esencial. Hillier no es muy
conocido, pero trabajó junto con Blur en Think Tank,
toda una referencia, y es un fan de la música
electrónica que, en su casa, debe escuchar más a Fierre
Henry que a Depeche Mode. "Sí, es muy raro que hayamos
terminado trabajando con él. Cuando lo conocimos, lo
primero que nos dijo es que no era especialmente fan de
Depeche Mode, algo que en lugar de amedrentarnos nos
pareció muy bien", revela Martin Gore. "Ben tuvo una
gran idea que terminó definiendo el sonido del disco:
buscó en Internet sintetizadores viejos en oferta y
cajas de ritmo antiguas, las mismas que Soft Cell o
Eurythmics utilizaron para hits como Tainted Love o
Sweet Dreams en los 8o." Una vez adquiridos los
instrumentos -"los sonidos que no se consiguieron
originales fueron reemplazados por plugins bajados de
Internet", amplía Gore-, las programaciones fueron
grabadas con la tecnología más sofisticada que existe
hoy en día. De ahí ese espíritu pop a la vez tan arisco
y familiar que emana todo el álbum.
El resto son canciones de Martin Gore, lo que ya es
decir mucho: como siempre, viejos blues electrónicos
actualizados que ahondan sobre el tema del dolor y la
pena en la lengua que mejor conocen los darks. "Dave
dice que escribo siempre lo mismo. Puede ser... Pero
también es cierto que la pena y el dolor son dos
sentimientos extremadamente diferentes", se defiende
Martin con el típico razonamiento de quien se reconoce
un masoquista incurable. En Playing The Ángel, como
sucede en la vieja tradición del blues, las metáforas
bíblicas vagamente retomadas desde lo sexual, y
filtradas por la noche y sus excesos, se enhebran como
perlas. "Cualquiera podría pensar que es una locura,
pero mi escritura está mucho más cerca de Bob Dylan o
Neil Young que de Kraft-werk", explica Martin mirando
por primera vez a los ojos y confesando enseguida que,
efectivamente, robó John The Revelator de un disco de
blues de Sun House. En su rol, Dave Gahan canta
divinamente bien, con su voz de marquesito herido, de
cisne negro con la intención de emplumarse lo antes
posible. Pero lejos de oscurecerse en el preciosismo, el
resultado sorprende por su devenir simple en una música
hecha tanto de vacío como de plenitud -otra vez, como en
el blues... Porque si hay algo que Martin Gore sabe
mejor que nadie es que la euforia y la depresión son
sentimientos tan cercanos como las canciones que él
mismo sigue escribiendo. Y que aunque ya hayan pasado
más de veinte años -y once discos-, siguen siendo tan
conmovedoras como la primera vez.
Más Martin Gore
Cinco impresiones sobre Playing The Angel
La temática y las
letras del disco giran alrededor de lo mismo de siempre.
Son canciones que suelen atraer a los freaks y a toda la
gente "disfuncional" del mundo. Lo de la gente
"disfuncional" es un chiste, pero... Nuestras canciones
hablan de cosas que no son exactamente las que abordan
los típicos temas pop. De todos modos, llegamos a un
punto en el que aprendimos a reírnos un poco de nosotros
mismos, y la prueba es esa frase que aparece en la
contratapa del disco, "Pain and suffeñng in various
tempos" ("Dolor y sufrimiento en varios tempos"), que
nos hizo reír mucho durante la grabación y que cuando la
recordamos todavía nos saca una sonrisa.
Nunca me gustó definir
nuestra música como "dark", porque en nuestras canciones
siempre hay algo de esperanza. Toda la vida traté de
dejar eso en claro porque creo en el poder absoluto de
la música... Es decir, no me quedo con un sólo
sentimiento sino que trato de escribir sobre una
combinación de emociones.
Siempre me da un poco
de miedo pensar en que hay que hacer un disco entero.
¿Cuántas canciones debería tener? Al principio no
sabíamos cuántas podía llegar a escribir Dave, pero el
simple hecho de pensar en escribir nueve o diez
canciones me intimidaba un poco. Además, volver a
juntarnos significa expulsarnos a nosotros mismos de
nuestras adorables vidas individuales para trabajar
mucho a lo largo de un período de dos años y encarar un
desafío bastante duro. Obviamente, todo esto genera una
serie de preguntas: ¿podemos hacer esto todavía?
¿Podemos crear algo que entusiasme a alguien, que sea
interesante y nuevo? ¿Podemos salir un año de gira? Pero
esta vez todo fue muy animado. La grabación de este
disco fue la más divertida desde Violator.
Depeche Mode es una
parte esencial de cada una de nuestras vidas.
Es una experiencia que a veces es difícil de atravesar
pero que nos proponemos hacer juntos a pesar de
determinadas diferencias. Por ejemplo, grabamos el disco
entre Nueva York, Londres y California porque son las
ciudades en las que vive cada uno. Para ser honesto, la
sensación que tenía antes de empezar a pensar en Playing
The Ángel era que teníamos una cuenta pendiente.
Fan Club: Por Rudie
Martínez (Adicta, Audioperú)
Escribo Depeche Mode en mi memoria y obtengo más de mil
anécdotas, el reconocimiento inmediato de todas sus
canciones y unas cuantas lágrimas.
Una anécdota: corría el año 89... Con Francisco Bochatón
intentábamos abrirnos paso en el maravilloso mundo de la
composición. Hasta ese momento no habíamos articulado
más que una horrible tonada en honor a la chica del
videoclub. En un piano desvencijado, instalado en el
garage de su casa, pasábamos horas torturando a los
vecinos sacando temas de DM. Nos apropiamos de Black
Celebration, Lie To Me y Behínd The Wheel, y dimos con
algo que llamamos "robers". Sí, eran iguales a las
canciones de Depeche, pero eran nuestras canciones.
Una canción: me resulta difícil elegir una sola debido a
mi adicción a las composiciones de Martin L. Gore.
Arbitrariamente me quedo con It Doesn't Matter Two, de
Black Celebration. Los arreglos a lo Phillip Glass, y
esa voz de Martin hablando de "love & trust", de "hopes
& fears" (Martin dixit) son escalofriantes. Canción para
mi muerte.
Unas lágrimas: hubo un tiempo que fue hermoso, pero no
podía escuchar Judas, de Songs OfFaith And Devotion, sin
ponerme a llorar. Era como si la canción activara el
interruptor de mi lagrimal. Una tarde de mucho calor,
sentado solo en mi habitación con Judas de fondo,
mientras estrujaba mis lágrimas con una remera, entró mi
roomate de la época. A la pregunta sobre qué me pasaba
respondí: "Nada, sólo estoy disfrutando".
Playing The Angel es mágico. Depeche vuelve a ser
misterioso. Jure que lo necesitaba. En Ultra y Exciter
me faltaba la nota sensible, esa que hace que sepa cada
palabra con su melodía de memoria sin tener que
refrescarlas. Los noto renovados, pero linkead:;
directamente con sus trabajos más logrados (Black
Celebration, Music For The Masses, Violator). Sonidos
carrasposos y profunde; enmarcan la voz de Gahan que
vuelve a estar en lo más alto. Desde allí fantaseo que
me mire con los ojos cerrados. Quizá sepa que estoy aquí
como siempre. Quizá me reconozca. Y tal vez me vea como
un Depeche Mode más.
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